lunes, marzo 8

El cabrón de mi hermano

Dejen que hoy repasemos un concepto tan importante como el de la fraternidad, recogido con gran inteligencia en la primera norma del imaginario Decálogo del Casiciaco, de nula fiabilidad.

¿Por qué no podemos ser amigos en los grupos? Bueno, sí que podemos, sí que nos hacemos amigos, sí que hacemos cosas juntos, como buenos amigos. Pero no ha de primar la amistad. Los amigos se defienden entre sí, tienden a compartir los mismos ideales, pueden llegar incluso a marcar un círculo impenetrable,…

Los grupos, como vimos en el artículo de la Fraternidad Agustiniana de Fr. Hugo Reynaldo, debe ser un conjunto de hermanos que, aunque no puedan ser todos entre sí amigos (por la dificultad que conlleva), sí que son capaces de divertirse juntos, así como de aprender y progresar. Defienden antes el grupo que a un miembro, solucionando el problema mediante corrección fraterna, reconociendo los errores propios que perjudicaron al grupo. Tienden a compartir los ideales comunes que, a más miembros, más rico son. Y buscan crear un círculo abierto para todo el que quiera formar una fraternidad fuerte y decidida en avanzar siempre hacia adelante, con un solo corazón.

En la fraternidad reconocemos nuestros errores, sabemos que fallamos, pero no damos marcha atrás por esto, no sirve de nada. Y tampoco dejamos de ser amigo de un miembro porque en realidad, nunca lo fuimos en la fraternidad. “por esto, nunca diremos la madre que parió a aquel cabrón, sino que diremos la madre que parió al cabrón de mi hermano” (extracción del mencionado decálogo).

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